Comenzó la Jornada Mundial de la Juventud – Lisboa 2023 con la Misa de apertura, celebrada por el Patriarca de Lisboa (Portugal), Cardenal Manuel Clemente, ante cientos de miles de jóvenes que llenaron el gran Parque Eduardo VII. A continuación el texto completo de la homilía:
Queridos amigos que llegaron aquí de todo el mundo para la Jornada Mundial de la Juventud Lisboa 2023:
¡Bienvenidos a todos! Bienvenidos también en la amplitud ecuménica, interreligiosa y de buena voluntad que guardan estos días y que hoy nos reúnen. Deseo que se sientan como en casa en esta casa común donde viviremos la Jornada Mundial de la Juventud. ¡Bienvenidos!
Deseo que se sientan como en casa en esta casa común donde vamos a vivir la Jornada Mundial de la Juventud.
La Misa que estamos celebrando, con la esperanza de la llegada de nuestro querido Papa Francisco, es la de la Visitación de Nuestra Señora, lema general de la Jornada: María se levantó y partió sin demora al encuentro de Isabel. Es un pasaje evangélico que nos incluye también a nosotros.
Lo escuchamos hace un momento: “En aquellos días, María se puso en camino y se dirigió a toda prisa hacia la montaña, rumbo a una ciudad en Judá. Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel”.
Se puso en camino, se dirigió a toda prisa hacia la montaña, entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Tres aspectos de esta palabra inicial en los que me detendré brevemente.
María emprendió su camino. Un camino difícil y sin los medios de transporte que tenemos hoy. Además, era una mujer joven como tú, que acababa de concebir a Jesús, de la manera única que relata el Evangelio.
Tú también te pusiste en camino. Para muchos fue un camino difícil por la distancia, las conexiones y los costos que implicaba el viaje. Fue necesario reunir recursos, desarrollar actividades para obtenerlos y contar con la solidaridad que, gracias a Dios, no faltó.
Muchas gracias a todos los que han contribuido para que estén acá. Muchas gracias.
Desde lejos o cerca, emprendes tu camino. Es muy importante ponerse en marcha. Es así como debemos afrontar la vida misma, como un camino a seguir, haciendo de cada día una nueva etapa.
Es cierto que hoy, queridos amigos, muchas cosas pueden detenerlos, con la posibilidad de reemplazar la realidad verdadera, a la que sólo se llega caminando hacia los otros, tal como realmente son, por la apariencia virtual de un mundo que elegimos. Un mundo que elegimos frente a una pantalla y que con un clic se puede cambiar por otro.
La virtualidad nos mantiene sentados, frente a medios que fácilmente nos utilizan, creyendo que los estamos utilizando nosotros. Muy por el contrario, la realidad verdadera nos pone en camino, y nos lleva al encuentro con los demás y con el mundo tal como es, tanto para admirarlo como para hacerlo mejor.
Agradecemos a los medios de comunicación por permitirnos conocernos mejor, a nosotros mismos, a los demás y al mundo. Agradezco a los medios que permiten que esta Misa llegue a todas partes del mundo. Vivimos mediáticamente y no sabríamos vivir de otro modo. Contemos con su apoyo, pero no nos privemos de caminar por nuestros propios medios, pongámonos en contacto directamente con la realidad que nos toca a nosotros, a todos.
Valió la pena el camino que hiciste hasta llegar aquí y encontrarte en estos días, en la autenticidad de lo que eres, en las cualidades que traes, tú y todos, cada uno, de cada tierra, lengua y cultura diversas. Nada puede reemplazar este camino personal y grupal, entrecruzándose el camino de todos.
María ya llevaba en su vientre el “fruto bendito” que era Jesús. Los cristianos también lo llevamos, espiritual pero real, porque lo recibimos en la Palabra, en los sacramentos y en la caridad que se dona. Y como creemos en Jesús como el camino a Dios, caminamos con Él para llevarlo a los demás. Con el mismo impulso que llevó a María, con el mismo Espíritu que ahora nos guía a nosotros. ¡En camino!
María se dirigió apresuradamente a la montaña, como también escuchamos.
No es casualidad que el texto hable de la prisa de María, como otros pasajes evangélicos hablan de la urgencia del anuncio, del testimonio y de la visita constante a los demás, como debemos hacer nosotros. Queridos jóvenes, saben muy bien que cuando el corazón está lleno, rápidamente se desborda. Es imposible detener lo que hay en el alma, cuando es tan fuerte y movilizador.
María llevó consigo al mismo Jesús que había concebido. Y Jesús es “Dios con nosotros”, para ser Dios con todos. De ahí la prisa por llevarlo a Isabel, incluso subiendo montañas.
Conocen esta “prisa”, porque otros también corrieron al encuentro con ustedes para llevarlos a Jesús y a todo lo que Él les ofrece con amplios horizontes y vida en abundancia.
Ni siquiera necesitas entender las palabras todo el tiempo, como sucede ahora, entre tantos idiomas aquí reunidos. Porque los mismos ojos hablan y se sienten seguros y confiados, en el clima cristiano que crean juntos y en los gestos sencillos con los que se comunican. Verdaderamente hay “prisa en el aire”, que circula entre ustedes y a donde lleguen en estos días. Un aire en el que circula el mismo Espíritu Divino, con la prontitud que sólo Dios tiene y comunica.
Cuando le dije al Papa Francisco que ese era precisamente el lema de nuestra Jornada —María se fue de prisa...— enseguida añadió que sí, de prisa, pero no con ansiedad.
De hecho, el afán es por lo que aún no tenemos y queremos sin descanso. La prisa es diferente, es compartir lo que ya nos lleva. Por eso es una urgencia serena y sin prisas. Es como llegaste aquí y cómo estarás aquí, trayendo a los demás a lo que te trajo a ti mismo.
Por cierto, recuerdo un pasaje de los primeros cristianos en una sociedad que tardaba en comprenderlos: “en lo profundo de tu corazón, confiesa a Cristo como Señor, siempre dispuesto a dar la razón de tu esperanza a cualquiera que te la pida; con mansedumbre y reverencia, manteniendo limpia la conciencia…” (1 Pe 3,15-16).
Así estarás, con prisa pero sin angustia, como quien comparte lo que tiene. ¡Lo que los trajo aquí y llevarán acrecentado por la gracia de estos días!
Finalmente, el texto dice que María entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Queridos amigos, así también entre ustedes se tenderán la mano, con saludos verdaderos y alegres.
El Evangelio nos habla de la alegría del encuentro entre María e Isabel y del mutuo reconocimiento en que se produjo. El saludo de María fue tal que inspiró en su pariente la exclamación que tantas veces hemos repetido: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”. Y a las palabras de Isabel, María respondió con uno de los himnos más hermosos que hemos cantado desde entonces, el Magnificat.
Es muy importante que así sea contigo y con todos. De hecho, todo encuentro que tengamos debe comenzar con un verdadero saludo, en el que intercambiemos palabras de sincera bienvenida y de pleno compartir.
Lisboa te acoge de todo corazón, y también las otras tierras donde has estado o estarás en este Portugal, que también es tuyo. Te acogen las familias e instituciones que han puesto a tu disposición sus espacios y servicios. ¡Agradeciéndoles a todos, vislumbro en cada uno la casa de Isabel, que acogió a María y a Jesús que ella le llevaba!
Mucho de esto falta en el mundo en el que estamos, cuando no nos preocupamos por los demás, ni prestamos atención a los que conocemos.
Aprendamos de María a saludar a todos y a cada uno. Practiquémoslo intensamente durante esta Jornada Mundial de la Juventud. El mundo nuevo comienza con la novedad de cada encuentro y la sinceridad del saludo que intercambiamos. ¡Para que seamos personas compartiendo con personas, en mutua y constante visita!
¡Les deseo a todos una feliz y emocionante Jornada Mundial de la Juventud!