Poco antes de las diez, hora española, el Papa ha llegado a Cova de Iria en papamóvil. Ha saludado a los miles de peregrinos que le han esperado con gran emoción a los que no ha dudado en devolver esa espera con gestos de cariño, especialmente con los más pequeños. Ha bendecido a decenas de bebés y niños que sus gendarmes le iban acercando al papamóvil.
Al llegar a la Capilla de las apariciones Francisco ha ofrecido un ramo de flores a María. Después se ha recogido en unos momentos de profunda oración acompañado por el silencio de los fieles, muchos con lágrimas en los ojos. Al terminar, el Papa se ha puesto de pie y ha entregado un rosario de oro a Nuestra Señora de Fátima.
Como un peregrino más, Francisco se ha unido al rezo del rosario. Varios enfermos o con discapacidad han dirigido los misterios. El Papa quiso acompañarse en Fátima por estos muchachos con una salud un poco más delicada. También había algunos reclusos. El obispo de Leiria-Fátima, José Ornelas, en su saludo a Francisco, le ha asegurado que desde el santuario rezan junto a él por el pueblo ucraniano y por otros pueblos que están padeciendo la guerra.
Tras el rezo del rosario, el Santo Padre ha pronunciado un día más un discurso improvisado. Ha sido breve, pero conciso. De nuevo, ha intentado transmitir el mensaje de que en la Iglesia caben todos. Haciendo referencia al espacio de la Capilla de las Apariciones y su explanada, el Papa ha dicho que son un símbolo de la misma Iglesia, es decir, «acogedora, sin puertas, la Iglesia no tiene puertas para que todos puedan entrar». Los fieles han roto el silencio para aplaudir estas palabras. «La Iglesia solo puede ser un hogar lleno de gozo», ha recordado asegurando que es un hogar porque hay una Madre que «siempre tiene el corazón abierto para todos sus hijos». «Todos, todos, todos, sin exclusión», ha repetido.
A continuación, ha explicado que la peregrinación es un rasgo mariano porque María enseguida se puso en camino cuando conoció que su prima Isabel estaba embarazada. «Hay tantas advocaciones de María, pero podemos hablar de esta, la Virgen que sale corriendo. Se apura para estar cerca de nosotros. Nuestra Señora Apurada. Se apura para estar cerca de nosotros porque es Madre», ha dicho el Pontífice que ha preguntado a los fieles si les gusta esa advocación de Nuestra Señora Apurada.
Siguiendo con su discurso sin papeles, Francisco ha insistido en que la Virgen nunca ha sido protagonista. Ella, ha dicho, cumple dos tareas: acoger y señalar. Acoger porque acoge a todos y señalar porque señala a Cristo. Pero también señala a Jesús dónde están quienes lo necesitan: «María se hizo presente de una forma especial para que la incredulidad de tantos corazones se abriera a Jesús. Con su presencia señala a Jesús».
«Que cada uno piense qué me dice María como Madre, qué me señala con el dedo. Nos señala a Jesús, a veces nos señala alguna cosita que en el corazón no va bien. Hagamos un pequeño instante de silencio y cada uno en su corazón diga: ¿Madre qué me estás señalando a mí, qué hay en mi vida que te preocupa, qué hay en mi vida que te conmueve, qué hay en mi vida que te interesa y tú lo señalas? Y ahí nos señala el corazón para que Jesús venga. Y así, como a nosotros nos señala a Jesús, a Jesús le señala el corazón de cada uno de nosotros», ha concluido el Santo Padre que, antes de regresar en helicóptero a Lisboa, ha vuelto a saludar cariñosamente a muchos de los que le han acompañado en este rato de oración.